Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un lomito al jugo con arrocito blanco, rocotito y, para tomar, una chicha morada fresquecita. “María, es indignante el cobarde asesinato del suboficial de la Policía Dilbert Pedro Vergaray Luján, de 37 años, quien fue baleado en una calle de Comas por crueles integrantes de la banda criminal ‘Los Sanguinarios del Cono Norte’, que querían robarle la camioneta que manejaba. Ocurrió en la cuadra nueve de la avenida Belaunde, frente a un colegio y una universidad. El agente estaba de civil en el interior del vehículo cuando lo atacaron. En las comisiones periodísticas que realizo me encuentro con policías que están impactados con lo ocurrido.
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Vergaray trabajaba en la Dirección de Seguridad del Estado y prestaba servicios en la División de Investigaciones de Delitos de Alta Complejidad y los efectivos que lo conocían me comentan que era una buena persona, excelente sabueso, valiente y responsable, siempre detrás de los criminales más peligrosos. En tiempo récord, como informó Trome, la Policía capturó a los seis involucrados en el homicidio. Uno de ellos, Bryan Acosta Bordón, de 22 años, cayó cuando salía de la casa de su enamorada, donde se escondía. Para la Policía, sería el que disparó a Vergaray por la espalda y a corta distancia cuando el agente se enfrentaba a otro de los hampones.
Además, en su vivienda fue encontrada el arma de fuego que le robaron al policía cuando estaba muerto sobre el césped. En el interrogatorio policial, contó pormenores del asesinato con toda tranquilidad, como si relatara un paseo al parque. Culpó a uno de sus cómplices de haber disparado y que por el ‘trabajito’ le iban a pagar 1200 soles. No puede ser que la vida de una persona valga tan poco. En nuestro país cualquier sabandija mata a alguien a balazos para robarle un carro, un celular o unas monedas y no pasa nada. La Policía ya hizo su trabajo al atrapar a los involucrados en el crimen y ahora los fiscales, el juez, deben actuar con total responsabilidad y encerrar a los culpables.
La familia del suboficial Vergaray sufre, llora y pide justicia. Era un hombre joven con mucho camino por recorrer, pero su vida fue segada por alimañas que son un verdadero peligro para la sociedad. Porque criminales de esa calaña, que matan a sangre fría, volverán a asesinar. Todos debemos estar atentos al fallo judicial sobre los capturados. No vaya a ser que sean liberados ‘por falta de pruebas’. Ese cuento no sirve en este caso, pues Acosta Bordón ya confesó que él y los demás integrantes de su banda participaron en el homicidio. A los responsables se les debe aplicar la pena máxima”. Gary tiene razón, no se puede matar y que no pase nada. ¡Hasta cuándo! Me voy, cuídense.